De pronto mi mirada se nubla, no veo más que el negro que se toma por completo mi visión. Mi cuerpo siente cosas extrañas, a veces tiende a moverse sin que yo pueda controlarlo, sintiendo esa especie de cosquilleo que nos ataca cuando se nos duerme alguna parte del cuerpo. Segundos en los cuales el malestar se generaliza de tal forma que llega al extremo de llevarme a un límite tan peligroso como placentero.
¿Placentero? Me declaro masoquista.
Me gusta sentir estos mareos; me gusta porque es resultado de mi esfuerzo, que aunque muy mal encausado me está ayudando a sentirme bien conmigo misma.
Sé que tomé el camino errado; sé que equivoco cada paso; cada día en que continúo con esta obsesión, continúo también con mi propia odisea.
Me hago daño, y a la vez alivio la presión más agobiante, más absurda y más envolvente que se ha presentado en mi vida. Por lo que sí, me gusta sentir esos mareos,
por incomprensible que parezca.
¿Placentero? Me declaro masoquista.
Me gusta sentir estos mareos; me gusta porque es resultado de mi esfuerzo, que aunque muy mal encausado me está ayudando a sentirme bien conmigo misma.
Sé que tomé el camino errado; sé que equivoco cada paso; cada día en que continúo con esta obsesión, continúo también con mi propia odisea.
Me hago daño, y a la vez alivio la presión más agobiante, más absurda y más envolvente que se ha presentado en mi vida. Por lo que sí, me gusta sentir esos mareos,
por incomprensible que parezca.
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